sábado, 28 de julio de 2018

Reabriendo el taller en Buenos Aires...

En favor de la Santidad Dios no se contenta con emitir, más activa, la influencia creadora, hija de su Poderío. El mismo desciende a su obra para cimentar la unificación.

Teilhard de Chardin, "Himno del Universo",
 (a continuación todo el texto le pertenece al mismo autor)


El nos lo ha dicho, El no otro. A medida que las pasiones del alma se concentran sobre El, las invade, las penetra, las capta en su irresistible simplicidad. Entre los que se aman con caridad, aparece, nace, de alguna manera, como un lazo sustancial de su afecto...


Es Dios en persona quien surge en el corazón del Mundo Simplificado. Y la figura orgánica del Universo así deificado es Jesucristo, quien por la atracción de su amor y la eficacia de su Eucaristía, recoge en Sí poco a poco todo el poderío de unidad difusa a través de la creación...

El Cristo me agota por entero con su mirada. Con la misma percepción y la misma presencia, penetra a los que me rodean y a quienes amo. Gracias a El, pues, tal en un medio divino, me uno a los otros por dentro de ellos mismos; puedo operar sobre ellos por todas las fuentes de mi vida. 

El Cristo nos religa y nos manifiesta los unos a los otros.


Lo que mi boca no puede hacer entender a mi hermano y a mi hermana, El se lo dirá mejor que yo. Lo que mi corazón les desea, con un ardor inquieto e impotente, El se lo otorgará, si es que es bueno. Lo que los hombres no escuchan de mi voz demasiado débil, a lo que encierran en sus oídos para no oírlo, se lo confío como recurso al Cristo que algún día lo repetirá en su corazón. Y si esto es así, puedo morir con mi ideal, ser amortajado con la visión que quería hacer compartir a los otros. El Cristo recoge, para la vida por venir, las ambiciones ahogadas, las luces incompletas, los esfuerzos inacabados o malogrados, pero sinceros. "Ahora, Señor, puedes dejar a tu siervo irse en paz..."

Sucede a veces que el corazón puro, al lado de la felicidad que le pacifica en sus deseos y sus afectos individuales, discierne en sí un gozo especial, de origen exterior a él, que le envuelve de un inmenso bienestar. Es el reflujo en su pequeñez personal de la nueva salud que el Cristo, por medio de su Encarnación, ha infundido a la Humanidad. En Jesús, las almas tienen calor, porque se comunican entre ellas...


Pero para participar de este gozo y de esta visión es preciso que hayan tenido el valor anteriormente de romper su pequeña individualidad y de despersonalizarse de alguna manera a fin de centrarse sobre Jesucristo...  porque esta es la ley del Cristo y es formal: Si alguno quiere venir en pos de mí, que renuncie a sí mismo. La pureza está hecha a base de renuncia y mortificación. 
Y la caridad todavía más aún...


Una vez que se ha resuelto a practicar generosamente el amor de Dios y del prójimo, el ser humano se da cuenta que no ha hecho todavía nada, corrigiendo su unidad interior por separaciones generosas. Esta unidad, a su vez, debe, antes de renacer en el Cristo, sufrir una eclipse que parecerá aniquilarla. En efecto, serán salvos quienes, transportando audazmente fuera de ellos mismos el centro de su ser, osen amar a Otro más que a sí, se conviertan en ese Otro de alguna manera, es decir, atraviesen la muerte para buscar la vida... pero el que pierda su vida por mí, la salvará...



Al precio de este sacrificio sabe (la persona de fe) que conquista una unidad muy superior a la que abandona. Pero ¿quién podrá decir la angustia de esta metamorfosis? Entre el momento en que consiente desanudarse de su unidad inferior y el minuto beatífico en que llega al dintel del ser nuevo, el cristiano verdadero se siente flotar sobre el abismo de la disociación y el aniquilamiento... 

La salvación del alma (yo diría actualizando su lenguaje "la plenitud y realización humana") se paga con el enorme riesgo que se corre y que se acepta. Exige que nos juguemos, sin reservas, la Tierra contra el Cielo. Quiere que renunciemos a la unidad poseída y palpable de la vida egoísta para arriesgarnos sobre Dios. "Si el grano de trino no desaparece en la tierra y se pudre en ella, permanece estéril".


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