domingo, 17 de febrero de 2019

MARIA AGUSTINA RIVAS, religiosa y mártir





“La primera mártir de la Iglesia peruana ejecutada por Sendero Luminoso  es una peruana, una ayacuchana anciana, servicial, humilde, cariñosa, con un gran corazón maternal. En una sociedad como la nuestra, de postergación de la mujer, es una mujer-consagrada la que cae como el grano de trigo y que surgirá con mucha fuerza y vigor, dando frutos de paz para nuestra patria. Que su sangre y la de otras víctimas inocentes, unida a la de Cristo, clamen al cielo por paz, misericordia, perdón y reconciliación”
(Julia Yon, Confer, 1990).




Agustina, “Religiosa de Nstra. Sra. de la Caridad del Buen Pastor
 y  primera mártir de la Iglesia peruana”.


Ya que se trata de un proceso a transitar hasta llegar a la Ceremonia Oficial para el reconocimiento de la Santidad de vida de nuestra querida Hermana Aguchita, desearíamos que este icono se contemple como una alegoría que nos habla de algunos rasgos sobresalientes de su corazón y de su vida.

Antes de pasar a explicar lo que se intenta simbolizar tal vez ayude comentar qué es un icono. Un icono es una representación en imagen que intenta introducirnos en realidades que no se ven pero que sí existen y existieron. Por ejemplo: la Presencia amorosa de Dios que cuida de nosotros a través de sus consagrados; la gracia del Espíritu Santo que inspira  el amor, el cuidado, la atención y toda clase de obras buenas. El icono mostraría que Dios es la fuente de todo. También nos dice que esa persona representada está con nosotros, aunque no le veamos con nuestros sentidos corporales. La muerte nos priva de una presencia física, pero nuestros difuntos están con nosotros, y sobre todo, si fueron personas llenas del Espíritu de Dios que es amor, ellos interceden por nosotros y pueden realizar milagros en favor nuestro.
Los primeros iconos representaron a Jesús, nuestro Señor, otros a María, los hay sobre uno o varios santos, pueden representar escenas de vidas, o también representar a los ángeles, pero siempre serán una representación y no un retrato, por eso no podemos ir en busca de similitudes o diferencias comparándolo con alguna fotografía desde donde ampliamente nos sonríe nuestra querida y heroica Hermana Aguchita.

Otro detalle que debemos omitir por ahora, hasta el momento de su canonización es un nimbo o aureola sobre su cabeza. Lo haremos visible más adelante. Mientras, aguardamos y rezamos juntos esperando el día en que la Iglesia en Roma declare oficialmente que una Santa Mujer llamada Agustina Rivas, caminó entre nosotros y nos habló con su dulce palabra, más aún con sus gestos generosos, mientras, su “fama de santidad” impacta por su perfil y traspasa las fronteras de su patria: se trata de una “hermana servicial, humilde, cariñosa, con un gran corazón maternal”. “(Nos dejamos) estimular por los signos de santidad que el Señor nos presenta a través de los más humildes miembros de ese pueblo que «participa también de la función profética de Cristo, difundiendo su testimonio vivo sobre todo con la vida de fe y caridad»” así nos alienta a contemplarla el PP. Francisco (Gaudete et Exsultete, 8). 




Su misión, tejida de gestos ocultos pero sólidos y concretos en el amor, se dirigió a la mujer y a la niña en diferentes etapas de su vida y en diversos lugares de Perú. Estas mujeres puestas de pie –observemos las dos mujeres representadas en el icono- levantan su mirada, ya no para encontrarse con los ojos de Aguchita, su mediación les ha ayudado a levantar los ojos a lo alto con un sentido trascendente para sus vidas, son mujeres de mirada digna, puestas de pie ante la vida, seguramente muchas de ellas ganan su sustento noblemente gracias al oficio que nuestra Hermana les enseñara desde la cocina, desde la costura, desde su testimonio de trabajo y empeño. Ellas pueden aún contarnos lo que vieron en Aguchita porque toda esta manifestación de la Misericordia divina tuvo lugar hace muy pocos años!!

Sabemos que su Paso a la Vida sucedió en una tierra bella y fértil entre las montañas en La Florida, sin embargo la alegoría de esta imagen muestra montañas áridas donde la vida hace su aparición con pequeños brotes de vegetación, un poco por allí y por allá. La montaña, en la Sagrada Escritura y en la iconografía tradicional, es el lugar donde Dios se manifiesta, es el lugar árido, desierto donde habla al corazón de sus profetas para enviarlos en su Nombre, lugar de lucha interior, de desarrollo espiritual. La montaña y su “Fuente de Agua que brota y que salta hasta la Vida Eterna” (Jn. 7,38) es la Vida en el Espíritu, pero también puede evocar la aridez del corazón vulnerable que fue atendido y cultivado por las manos laboriosas de nuestra mártir. Sí, va dando frutos, fue llenando de vida el vacío y la aridez de algunas personas al ser acariciadas y abrazadas por su Amor. Así, lo que fue árido alguna vez va llenándose de vida y esa vida aparece en los verdes que comienzan a aparecer en medio de la roca árida. Es que Dios, nuestro Pastor Bueno, “nos conduce a praderas cubiertas de verdor, a fuentes de aguas tranquilas donde repara nuestras fuerzas” (Salmo 23,22) Esa Palabra la estamos “pronunciando”, anunciando en esta imagen. Un Evangelio narrado en colores luminosos que contrasta con los grises y oscuros de nuestras desesperanzas.

Como hemos dicho, en un icono no hay fotografía de la realidad. Así como las montañas de La Florida no lucen su espléndido verdor, el rostro, las dimensiones reales de los cuerpos y las expresiones no se parecen a las que conocemos. ¿Qué lenguaje es este? Es un lenguaje místico, bocas pequeñas que dicen del Silencio amoroso del que sabe escuchar más que palabrear; ojos grandes que expresan atención y contemplación; gestos reverentes de inclinación maternal y servicial porque Dios eligió eso, inclinarse y acoger; es que Jesús prefirió al pequeño y declaró que esa es la condición para entrar a formar parte de sus discípulos y amigos. Lamento defraudar si esperábamos un retrato. Gocemos mientras tanto de su amplia y luminosa sonrisa a través de la fotografía, pero si queremos ver “la Realidad que es invisible a los ojos” procuremos volver a contemplar un icono.




Gracias a Agustina, en este icono vemos el Cielo abierto, arriba de la imagen y al centro. Intento decir, nuestra mirada es capacitada para contemplar con sentido trascendente los acontecimientos y la creación, gracias a su Pascua acogemos el sufrimiento y proclamamos que la muerte no tiene la última palabra, al contrario, la muerte es ese pasaporte de Inmortalidad que otorga homenaje a los que supieron vivir amando. Esta imagen intenta mostrar ese Amor Divino que es Bondad y Ternura, que Acoge y Acompaña, que otorga la certeza de sabernos protegidos por Dios. Intentamos recordar también, mediante este Cielo que desciende a través de un rayo de luz celeste que se prolonga hacia abajo, que nadie puede dar la vida sin ser fortalecido de lo Alto, si Dios no está con él. La acción de Dios, su Espíritu, interviene nuestra historia, la inspira y la acompaña, la conduce. Agustina se dejó guiar, se abrió como la semilla de la que habla el Evangelio y de su núcleo emergió la Vida, la Vida de Dios en nosotros a través de la fe, y esta fe provoca esperanza, y la esperanza es causa de nuestra alegría. La alegría y la fiesta de los que gozan de la Presencia de Dios en la eternidad se expresa en la claridad y en los colores del icono.

La última imagen que destaca es un limonero que además cobija, es el símbolo de sus últimas horas y sus últimos quehaceres. En los limones podemos encontrar el símbolo mejor para expresar su martirio, no obstante todos los iconos hablan de la vida entregada y de la sangre derramada en los bordes y el nombre escrito en letras rojas. El martirio era el Bautismo vivido con Cristo para los primeros cristianos, este color nos recuerda que también nosotros hemos sido bautizados en Cristo y debemos estar dispuestos a dar la vida por El. María Agustina Rivas está hoy con los elegidos por Jesús que dieron testimonio de El con su vida. Dice el libro del Apocalipsis: “Una muchedumbre, imposible de contar, estaba de pie ante el trono (de Dios), vestidos con túnicas blancas… ¿Quiénes son y de dónde vienen los que están revestidos de túnicas blancas?... Estos son los que vienen de la gran tribulación; ellos han lavado sus vestiduras y las han blanqueado en la sangre del Cordero. Por eso están delante del trono de Dios… Nunca más padecerán hambre ni sed, ni serán agobiados por el sol o el calor. Porque el Cordero será su Pastor y los conducirá hacia los manantiales de agua viva. Y Dios secará toda lágrima de sus ojos.” (Ap. 7, 9.13-17). ¿Podemos agudizar los ojos de la fe y contemplar este misterio hoy?. El icono nos recuerda que la vida de Agustina fue signo y profecía de estas verdades ocultas a nuestros ojos, que para Ellas son actuales hoy, y lo serán también para nosotros.



Alguna amiga iconógrafa ortodoxa me reclamó que los mártires deben portar la cruz. “¿Dónde está la cruz?” -me pregunto-. “En su nombre está, es nuestro símbolo –le respondí-. Está muy pequeña, está también dibujada en rojo a mitad del nombre. Tal vez nos acostumbramos a ver el símbolo de las Religiosas de N.S.C del Buen Pastor colgando de sus cuellos como identificación de pertenencia a esta Congregación, pero ¡qué fuerza recobra en esta hora este lenguaje simbólico!. Sí, aunque es pequeño, contiene toda su fuerza: “el Buen Pastor da la vida por sus ovejas. Nadie se la quita, El la da voluntariamente” (Jn. 10,18) El símbolo contiene dos corazones atravesados por la cruz, cuyo travesaño mayor es un cayado de pie!. Los Corazones de Jesús y María. Oremos en silencio este lenguaje.

Queridas Hermanas de Perú, querida Hna. Delia Rodriguez, gracias por invitarme a contemplar tan gran misterio. Cuánto he recibido yo también de Aguchita!!, ella se ha dignado visitar Buenos Aires, y ya aquí es conocida por los que contemplaron paso a paso cómo fue desarrollándose este icono.




Hna. Adriana C. Barone
Bs. As., Agosto 2018