lunes, 20 de junio de 2016

EL ICONÓGRAFO

es un consagrado, y su espiritualidad girará en torno al misterio de la transfiguración. La transfiguración del Señor, cual manifestación fulgurante de la luz divina, juega un papel capital en la vida mística de Oriente. Un manuscrito del Monte Athos señala: "Que vaya (el artista) al sacerdote para que éste rece sobre él y recite el Himno de la Transfiguración... de modo que por la contemplación de dicho misterio Cristo "hiciese brillar la luz en su corazón".


Sólo la experiencia espiritual, adquirida en la compañía de lo sagrado, puede inspirar las formas, los colores, y las líneas que corresponden realmente a lo que se expresa en el icono. Decía Fray Angélico: "Para pintar las cosas de Cristo es menester vivir con Cristo".


Se conoce la relación que existe entre el arte de hacer iconos y la doctrina espiritual del hesicasmo, centrada en la "visión tabórica" de que gozaron los tres amigos de Jesús en el momento de la Transfiguración. Al decir de Ouspensky, esto habla del nivel de santidad a que es llamado el iconógrafo y cuán lúcida debe ser la conciencia de la responsabilidad que le incumbe cuando hace un icono. 



Su obra tiene cierto carácter pontifical ya que debe unir el arquetipo que representa en la tabla con los que lo van a contemplar, de modo que su mensaje se convierta en una fuerza viva y operante. No olvidemos que el icono tiene como finalidad principal hacer presente lo representado y ponerle en comunicación con quien lo contempla.



Ello no significa que para hacer rectamente un icono, su autor deba ser por necesidad un santo canonizable ni un místico llegado a la unión transfigurante. Lo que se deja en claro es que la contemplación y la santidad son el término al que este tipo de arte conduce al artísta, exigencias formales de su quehacer.

Observa Florenskij que una colaboración entre el santo y el artísta existe desde el momento en que el santo inspira y dirige las manos de quien procura representarlo.



Este contacto con la santidad a través de los santos representados en los iconos escapará a los iconógrafos que sólo fijan su atención en la superficie sensible, así como a los que reducen el arte a la mera técnica artesanal. Se les podría aplicar la queja de San Gregorio de Nazianzo: ¡Ay de los que transforman la teología en un technydrion!

Este carácter exigitivo de santidad fue lo que motivó a la Iglesia Ortodoxa a preocuparse por la conducta de los artistas. Siempre tuvo en consideración al iconógrafo, como la persona a quien Dios ha concedido la gracia de poder contemplar las cosas espirituales y la habilidad de representarlas, comparando su dignidad con la del sacerdote. Así se lee en un "Podlinnik" ruso (manual de instrucción para los pintores): "El sacerdote nos hace presente el Cuerpo del Señor en los Oficios Litúrgicos por la fuerza de las palabras... el iconógrafo lo hace por la imagen".

Texto tomado de ALFREDO SÁENZ, sj. "El Icono, esplendor de lo sagrado" (pag 321 ss)

sábado, 2 de abril de 2016

LA PEDAGOGÍA DE LA BELLEZA

A lo largo de los siglos, la vida consagrada ha estado incesantemente en búsqueda, tras las huellas de la belleza, custodia vigilante y fecunda de su sacralidad, ... en búsqueda de nuevas epifanías de la belleza...


(...) La belleza verdadera y eterna alcanza al hombre interior por la vía de aquellos que pueden llamarse los "sentidos espirituales", de los que San Agustín habla en analogía con los sentidos del cuerpo...

En nuestro camino de cristianos y consagrados tenemos necesidad de reconocer las huellas de la belleza, una vía hacia el trascendente, hacia el misterio último, hacia Dios, precisamente por su característica de abrir y ensanchar los horizontes de la consciencia humana, de lanzarla más allá de sí misma, de aproximarla al abismo del Infinito. Estamos llamados a recorrer la vía pulchritudinis, que es un recorrido artístico, estético y un itinerario de fe y de búsqueda teológica.


Tal vez es por esto que los grandes místicos gustaban componer poesías y cánticos ... de las páginas literarias al icono, de los frescos a los cuadros, a las esculturas...  para expresar algo de lo divino a lo que tenían acceso en los secretos encuentros del alma. (...) Todo por una vía interior, una vía de la superación de sí mismo y, por lo tanto, en esta purificación de la mirada, que es una purificación del corazón, nos revela la Belleza, o al menos un rayo de ella. Justamente así ella nos pone en relación con la fuerza de la Verdad".


Somos invitados, por tanto, a un camino armonioso que sepa conjugar lo verdadero, lo bueno y lo bello, allí donde a veces parece que el deber, como estética malentendida, se impone.



Cultivar una mirada presente, reflexiva, que vaya más allá de lo que se ve y de la bulimia de los contactos inmateriales, es un desafío urgente que puede introducirnos en el misterio para dar testimonio de él. Estamos invitados a recorrer caminos formativos que nos predispongan a leer en las cosas, a recorrer el camino del alma en el que se realiza el paso de la belleza penúltima a la Belleza suprema.



Realizaremos así "la obra de arte escondida que es la historia de amor de cada uno con el Dios vivo y con los hermanos, en el gozo y en la fatiga de seguir a Jesucristo en la cotidianidad de la existencia".



Ver el icono finalizado a su derecha en esta página:
 Cristo, el Señor  o  Pantocrator.

Texto: CONTEMPLEN, de la CIVCSVA, 2015 

sábado, 19 de marzo de 2016